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El poeta y el teólogo
La teología habla sobre Dios, la poesía a lo
divino conversa con Dios. Si el teólogo escribe usan-
do la tercera persona – como si, con término ya des-
usado, el Hacedor fuese un ser lejano allá distante
en las estrellas-, el poeta se dirige de tú al Creador,
él mismo es un pequeño creador. Y lo hace como
lo haría a un padre ausente, pero al mismo tiempo
cercano, no de aquellos que bajo un respeto teñido
de temor ante la autoridad se les llama “de usted”.
“Adónde te escondiste, Amado”, nos dirá con unos
hermosos versos el poeta san Juan de la Cruz supli-
cando, queriendo hallarse ante su presencia, escu-
char su palabra no dicha, esa palabra que solamente
se manifiesta a través de la naturaleza. El vate tiene
siempre una complicidad con Dios. El vate vatici-
na, adivina en lo profundo de la voluntad divina.
El poeta, ventrílocuo del cielo, es un profeta de lo
alto. Decía Platón que la poesía era un “furor divi- Foto: Ángel Maciá
no”, un “arrebato”. ¿Y qué cosa es el “entusiasmo”?. lo humaniza. “Padre”, le llama Cristo, Emmanuel,
La etimología de esta voz lleva, como un niño en Dios con nosotros, Dios encarnado. Dios es persona,
el vientre de la madre, la palabra griega “theos”, hablamos con El, aunque se hable mal de Él, se le
Dios. El “entusiasmo” es “estar poseído por Dios”. maldiga. El blasfemo no es un ateo, un incrédulo,
Un cristianismo sin entusiasmo es un cristianismo, pues con su misma maldición reconoce la existencia
valga la expresión, “descafeinado”. O, para ser más del Creador. Nadie insulta a las piedras, nadie
evangélicos, “desangelado”. El viernes santo llora- escupe al sol. El cristianismo precisa, cierto, la
mos con la muerte de Cristo, derramamos lágrimas mente, la teología; pero, sobre todo, el corazón. Y,
de dolor igual que en la muerte de un familiar que- por encima de ambos, el testimonio. El corazón y la
rido. Sin embargo, a la Pasión sigue la Resurrección. mente, juntos, dan testimonio de la vida cristiana.
La aurora viene después del crepúsculo. Ésta es la
esperanza cristiana. “Si Jesús no ha resucitado – dice El teólogo alemán Bonhoeffer, ejecutado en
el converso san Pablo – toda nuestra esperanza es un campo de concentración nazi por participar en
vana”. Pero ¿cree de veras, en serio, el cristiano o una conspiración para asesinar a Hitler, pasó siendo
bien cree que cree? Tal vez seamos como aquellos joven una etapa de su vida en la ciudad de Barcelo-
atenienses que el apóstol de los gentiles, el antiguo na. Allí, como muchos turistas curiosos de lo exóti-
fariseo y perseguidor de Cristo, se encuentra en el co si bien cercano, presenció una corrida de toros.
Areópago y al hablarles de la otra vida éstos huyen El pastor – era protestante – hace una atrevida, una
diciendo: “de eso ya hablaremos otro día”. osada comparación entre la llamada fiesta nacional
y el evangelio. En apenas tan sólo unos minutos, el
El cristiano afirma un Dios personal. Dios público pasa de aplaudir con fervor al torero a lla-
de Abraham, de Isaac, de Jacob. La teología, en marlo luego cobarde. La masa – un amasijo de hom-
cierta manera, lo cosifica, lo hace Objeto, si bien bres impersonales – es siempre voluble, tornadiza,
un objeto con la mayúscula de las mayúsculas. caprichosa. Alza y derriba a su antojo. Convierte
Santo Tomás, el buey mudo, definirá a Dios de una en villanos los que ensalzo como héroes. Así los ju-
forma gélida como “motor inmóvil, causa primera, díos pasan en una semana del domingo de Ramos al
ser necesario, máxima perfección e inteligencia “¡Crucifícalo!”. Ésta es la sucesión cronológica de los
ordenadora”. Sin embargo, la oración lo revierte y hechos. Ahora bien, nosotros invertimos la historia,
vamos desde la tortura de la cruz hasta la gloria en
la que, según la promesa divina, todos seremos uno
con el Señor. 39
Pero quedan otros poetas, los poetas que
no creen pero desean creer, aquellos que, como dice
Antonio Machado de sí mismo, “buscan a Dios entre
las nieblas”. Tal vez algún día se disipen las brumas,
pero no será – estemos seguros de ello - hablando so-
bre Dios en tercera persona como hacen la teología
y su sierva la filosofía. Dios no está al fondo de un
silogismo ni tampoco de los dogmas.
Pablo Galindo Arlés